LA IGLESIA TRIBUTA *** UN CULTO ESPECIAL A LOS SANTOS (II)
La Iglesia tributa un culto especial a los Santos, ofrece a los fieles su intercesión ante la justicia de Dios y propone un ejemplo de vida como modelo a seguir para alcanzar la Gloria. Ciertamente es así, pero: En que consiste la santidad cristiana?
El Catecismo de la Iglesia Católica escrito en orden a la aplicación del Concilio Ecuménico Vaticano II, responde a esta pregunta (número 2012):
"Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para el bien de los que le aman... A los que de antemano conoció, también los predestino a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera Él, el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestino, a ésos también los llamó; y a los que llamó, a éstos también los justificó; a los que justificó también los glorifico " (Rm 8, 28-30)
En este sentido, la Iglesia Católica es madre y educadora, tal como podemos leer también en este Catecismo (número 2030):
"El cristiano realiza su vocación en la Iglesia, en comunión con todos los bautizados. De la Iglesia recibe la Palabra de Dios que contiene las enseñanzas de la ley de Cristo (Ga 6, 2). De la Iglesia recibe la gracia de los Sacramentos que le sostienen en el camino. De la Iglesia aprende el ejemplo de la santidad; reconoce en la Bienaventurada Virgen María la figura y la fuente de la santidad; la discierne en el testimonio auténtico de los que la viven; la descubre en la tradición espiritual y en la historia de los Santos que le han precedido y que la liturgia celebra a lo largo del santoral"
Ciertamente la Iglesia tributa un culto especial a los Santos y entre éstos se cuentan los Apóstoles y Evangelistas, cuyo culto es antiquísimo, los sumos Pontífices de virtud probada y los Mártires que son aquéllos que desparramaron su sangre por Cristo y en defensa de la religión católica, cuyo culto nace en las Cacumbas y se incluían sus nombres en los dipticos del Canon.
Por otra parte, y con igual preferencia la Iglesia tributa culto también a los Confesores que son aquellos que sin derramar su sangre confesaron a Cristo con el ejemplo de sus virtudes heroicas, a las Vírgenes, las que consagraron al divino Esposo su virginidad, a las no Vírgenes, las que santificaron el matrimonio con sus virtudes heroicas y por último a todos los Santos canonizados o no canonizados en una solá festividad, la fiesta de -Todos los Santos-
Así es, la Iglesia a lo largo de todo el año litúrgico nos hace presentes, uno, a uno, los innumerables Santos cuyos nombres se conocen y además ha elegido el día 1 de noviembre de todos los años para recordar a los Santos en su conjunto. Concretamente fue el Papa Gregorio IV (827-844), quién en el año 835, fijo el primer día de noviembre como fiesta de -Todos los Santos- . Por su parte, Luís I el Piadoso, es decir, Ludovico Pío, el que fuera hijo del emperador Carlomagno, y que a la muerte de su padre subió al trono del Imperio de Occidente, expidió un edicto para que se celebrará el uno de noviembre la fiesta de - Todos los Santo- en todos los territorios sujetos a su dominación.
De cualquier forma la idea de festejar a todos los Santos de forma conjunta aparecio ya en Oriente hacia el siglo IV, ya que el primer domingo después de Pentecostes se consagraba a la memoria de todos Mártires juntos, como se hace todavía entre los griegos. Así mismo en Siria esta conmemoración se hacía el viernes después de Pascua, y esta vieja costumbre ha dejado un recuerdo en el Misal romano, pues ese día se señala como Iglesia estacional la de Santa María ad Martyres.
En definitiva como en su día diría el Padre Fr.Justo Pérez de Urbel:
"Después de haber recorrido casi todo el ciclo litúrgico y de haber admirado tantas maravillas de santidad, podemos cantar, pensando en otros muchos Santos, cuyas hazañas no hemos podido considerar separadamente :Alegremonos todos en el Señor al celebrar la fiesta en honor de -Todos los Santos-, de cuya solemnidad se alegran los Ángeles y alaban juntos al Hijo de Dios (Introito)"
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