RECORDANDO AL PAPA BENEDICTO XVI (Segunda Parte)
A lo largo del Pontificado de San Juan Pablo II (1978-2005) el futuro Papa ,Cardenal Joseph Ratzinger, fue una inestimable ayuda para él, especialmente en la lucha contra las ideas modernistas que cada vez se extendían con más rapidez por todo el mundo, destruyendo los valores morales del cristianismo y con ello a las familias. Los temas del divorcio, el aborto, la homosexualidad y otros muchos fueron analizados en profundidad durante este periodo de tiempo por la Iglesia católica gracias a la labor realizada de forma comunitaria por estos dos hombres bajo la inspiración del Espíritu Santo. Nadie puede negar que ellos lucharon para conseguir la erradicación de todos los males que acongojaban en esos momentos a los creyentes, y aunque no se pudo lograr todos los objetivos, al menos quedo clara constancia de que se había tratado de evitar el tremendo avance de las ideas modernistas...
En el año 1978 ,el Cardenal Joseph Ratzinger tuvo la oportunidad de participar como -lector- en dos Conclaves de la Iglesia (elecciones del Papa Juan Pablo I y del Papa Juan Pablo II); fue probablemente por entonces cuan se conocieron estos dos grandes hombres de la Iglesia Católica. El Papa Juan Pablo II, al igual que el Papa Pablo VI, se dio cuenta enseguida de la valía intelectual y humana de Joseph Ratzinger y por eso le puso al frente de la Comisión Teológica de la Iglesia, nombrándole -Prefecto de la Congregación para la Educación Católica- en 1980. No obstante, él tomó posesión de este importante cargo en 1981; seguramente no se sentía preparado para llevarlo a cabo debido a su extrema humildad.
La Iglesia entonces ganó unos años de relativa tranquilidad moral, antes de que estallara definitivamente la -bomba de relojería-, que desde siglos anteriores se había puesto en marcha bajo la acción de los acólitos del diablo....Sí, porque como aseguraba recientemente el Papa Francisco: el diablo existe...Y su acción contra los hombres es verdaderamente terrible.
A algunas voces críticas que se han levantado en contra de la labor de éstos dos Pontífices (Juan Pablo II y Benedicto XVI) y contra de la de otros del siglo XIX , asegurando que no hicieron nada por impedir que se produjera la situación caótica actual de la Iglesia Católica , hay que decirles que ello es totalmente incierto, y que han demostrado así muy poco agradecimiento por unos hombres que en medio de las dificultades de sus respectivos Pontificados hicieron todo lo posible por mantener a la Iglesia en medio de la vorágine creada.
En concreto, el Papa Benedicto XVI se enfrentó al problema incluso cuando aún no había sido elegido Vicario de Cristo. En efecto, así se expresaba el profesor y doctor en Teología e Historia Joseph Ratzinger, por entonces Arzobispo de la arquidiócesis de Múnich- Freising, durante su intervención en una Conferencia Internacional, que bajo el título - Europa y los cristianos- ,organizó la Academia Católica de Baviera en Estrasburgo en el año 1979:
"Como cuarto estrato de lo que con forme Europa, es preciso mencionar (tras recordar las herencias griega, cristiana y latina) ,el irrenunciable aporte que ha ofrecido el espíritu de la era moderna. Es cierto que es aquí ,quizás donde con mayor fuerza se pone de manifiesto la ambivalencia inherente a cada uno de los estratos por separado (de esa estructura compleja que se ha dado en llamar Europa).
Como aspecto de la era moderna en sentido positivo se encuentra el hecho de que la separación entre fe y ley, que más bien permanecía oculta en la -Res pública Christina de la Edad Media-, se materializa ahora de manera consecuente, de modo que, con ella, la libertad de fe va cobrando poco a poco una forma nítida en la diferenciación del orden jurídico burgués; de esa manera la existencias internas de la fe quedan diferenciadas de las exigencias fundamentales del -Ethos- (conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter o identidad de una comunidad) sobre la que se funda el derecho.
Los valores fundamentales para la visión del mundo cristiano posibilitan, en fructífero dualismo formado por el Estado y la Iglesia, la sociedad humana y libre en el derecho de conciencia y con él, los derechos básicos del hombre, están garantizados. En esa sociedad pueden coexistir distintos signos de la fe cristiana, los cuales pueden dejar sitio para distintas posiciones políticas que, sin embargo, se comunican en un Canon central de valores cuya fuerza vinculante es, al mismo tiempo, la protección de la máxima libertad.
Como sabemos por nuestra propia experiencia, con ello hemos descrito la era moderna desde un punto de vista, digamos, -Ideal- Típica- , tal como yo quisiera verla, pero del modo en que nunca ha existido concretamente.
La ambivalencia de la época moderna, se basa en que, visiblemente, ha ignorado cada vez más las raíces y la base vital de la idea de la libertad, apremiando a una emancipación de la razón que contradice la esencia de la razón humana como una razón no divina, motivo por el cual ha pasado a ser forzosamente irracional...
Es necesario, por tanto, insistir (frente a la radicalización de las ideas del modernismo) en una razón basada en el respeto a Dios y a los valores morales fundamentales provenientes de la fe cristiana".
Ciertamente el hombre que se expresaba así tenia las ideas muy claras sobre lo que podría suceder, no solo en Europa sino en el resto del mundo si la humanidad seguía apartándose de su Creador...
En este sentido, él decía también (Ibid): " Estoy convencido de que, a la larga, un Estado de derecho bajo un dogma ateísta radical no tiene ninguna oportunidad de sobrevivir y que por eso, necesitamos una reflexión profunda, tratada como una cuestión de sobrevivencia.
De igual modo, me atrevo a afirmar que la democracia sólo está en condiciones de funcionar si la conciencia funciona; también afirmo que esa conciencia se queda sin enunciados cuando no se orienta según la vigencia de los valores morales básicos de lo cristiano..."
Palabras de un futuro Papa que durante su Pontificado defendió, con gran valor :
"La esperanza de los cristianos de que la oportunidad de la fe se base, a fin de cuentas, en que dice la verdad" (Ibid).
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