CUARTO DOMINGO DE CUARESMA ***** UN DÍA DE GOZO
El Cuarto Domingo de Cuaresma es considerado por la Iglesia de Cristo un día de gozo, porque al encontrarse en medio del tiempo de Adviento, puede servir para alentarnos a todos, a continuar la preparación de la venida del Señor; es como un descanso en medio de la observancia de la Cuaresma. No obstante, eso no significa que no debamos seguir reflexionando sobre lo que va a suceder en los días venideros y para seguir haciendo acto de constricción por nuestros pecados...
Este año, la liturgia del cuarto domingo de Cuaresma, hace referencia al encuentro que tuvo nuestro Señor Jesucristo con un hombre llamado Nicodemo, del cual se conocen pocos datos pero que sin duda debía tratarse de una persona que gozaba de gran prestigio entre los judíos bien por ser miembro del Sanedrín, bien por que fuera escriba o doctor de la ley y gozara de una gran preparación y talento...
Concretamente, los versículos elegidos para leer en la Santa Misa, de la conversación mantenida por Jesús con Nicodemo, son aquellos en los que el Señor le dice así ( Jn 3, 13-21):
"Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del hombre/ para que quien crea tenga vida eterna/Pues tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en él no muera, sino que tenga vida eterna/ Pues no envió Dios a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él/ Quien cree en él no es juzgado; pero quien no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo Unigénito de Dios/ Este es, por tanto, el juicio :Vino la luz al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas/ Así pues, quien obra el mal aborrece la luz, y no viene a luz para que no se reprueben sus obras;/ pero quien obra la verdad viene a la luz de manera que quede de manifiesto que sus obras han sido hechas según Dios"
Nuestro Señor Jesucristo, tal como narra el Apóstol san Juan en su Evangelio, nos quiere dar a conocer a todos los hombres, con el recuerdo de la serpiente de metal milagrosa ( Num 21, 8-9 ), la virtud de la santa cruz, en la que había de ser clavado para la salvación de aquellos que perecieron por la mordedura de la antigua serpiente que engaño a nuestros primeros padres (S. Agustín ,Serm.cv de temp).
Quizás Nicodemo no vio todo el alcance de las palabras de Jesús: Sólo Cristo crucificado podía descubrirnos su asombroso valor desde el punto de vista histórico y teológico. La serpiente, imagen de aquellos venenosos reptiles causa de muchas muertes entre el pueblo de Israel, en la antigüedad ,levantada sobre un palo, fue para cuantos la miraron, remedio único contra la muerte. De igual forma Cristo, tomando la figura abominable del pecador, fue levantado en la cruz, para librar del pecado y de la muerte eterna a los hijos de Adán que con fe y amor le mirasen...
Como nos recordaba el Papa san Juan Pablo II en este día (Ángelus ;domingo 25 de marzo de 1979):"la Cuaresma debe ser el tiempo del compromiso y del esfuerzo espiritual más que cualquier otro período del año litúrgico. Pero precisamente este esfuerzo, este trabajo da ocasión a la alegría. La Iglesia durante la Cuaresma vive en la perspectiva de la alegría de la resurrección .La invitación dominical de hoy a la alegría nos recuerda también esta perspectiva; pero más aún la alegría que proviene del trabajo. Experimentamos tal alegría cada vez que dominamos nuestra pereza espiritual, la pusilanimidad, la indiferencia; experimentamos siempre alegría cuando nos damos cuenta de somos capaces de exigirnos algo a nosotros mismos; que somos capaces de dar algo de nosotros mismos a Dios y al prójimo. Es una verdadera alegría espiritual la que nace del trabajo, del esfuerzo.
Por eso, el periodo de Cuaresma nos estimula a cumplir nuestros deberes cristianos. Encontramos la alegría que nos da la participación en la Eucaristía. Sea para nosotros la Misa dominical el punto culminante de cada semana. Volvamos a encontrar la alegría que proviene de la penitencia, de la conversión: de este espléndido Sacramento de reconciliación con Dios, que Cristo ha instituido para restituir la paz en la conciencia del hombre. Emprendamos el trabajo espiritual que la Cuaresma exige de nosotros para ser capaces de aceptar con toda la profundidad del espíritu esta invitación que nos hace la Iglesia hoy: ¡¡Alégrate, Jerusalén!!
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