LA MISIÓN MATERNAL DE MARÍA **** NO DISMINUYE A LA ÚNICA MEDIACIÓN DE CRISTO (I)
Los seguidores de Cristo creemos que Él es el único mediador ante Dios de los hombres, tal como se manifiesta en el Catecismo escrito en orden a la aplicación del Concilio Ecuménico Vaticano II (nº 970):
"La misión maternal de la Virgen María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia. En efecto, todo el influjo de la Santísima Virgen en la salvación de los hombres brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación ,depende totalmente de ella y de ella saca su eficacia (Lumen gentium (LG) 60)"
Más aún ,como podemos seguir leyendo en este Catecismo (nº 2674): "Desde el sí dado por la fe en la anunciación y mantenido sin vacilar al pie de la Cruz, la maternidad de María se extiende desde entonces a los hermanos y hermanas de su Hijo que son peregrinos todavía y están ante los peligros y las miserias (LG 62). Jesús el único mediador, es el Camino de nuestra oración; María, su Madre y nuestra Madre, es pura transparencia de Él: María muestra el Camino (Modoghitria) ella es su signo según la iconografía tradicional de Oriente y Occidente"
En efecto, sólo Jesucristo, por derecho propio , por representación propia , por méritos propios, es el Mediador entre Dios y los hombres; los santos, y singularmente la Virgen María, lo son en cuanto son asociados a la mediación única de Jesucristo. Como decía el apóstol san Pablo a su discípulo Timoteo ,con ocasión de la propaganda malsana que los llamados judaizante y algunos otros judíos no creyentes hacían contra la Iglesia de Cristo (1 Tm 2, 5-6): "Porque uno es Dios, uno también el Mediador de Dios y de los hombres , un hombre Cristo Jesús / que se dio a sí mismo como precio de rescate por todos; divino testimonio dado en el tiempo oportuno"
Sí, Jesús dio testimonio en el momento oportuno, su venida y su redención son un testimonio que Dios quiso dar de sí en la plenitud de los tiempos. Cristo es por tanto el testigo de Dios y de la Verdad, el único Mediador de Dios, y la misión maternal de María para con los hombres no oscurece para nada esta mediación única de Cristo, antes bien sirve para demostrar su poder: Es mediación en Cristo.
En este sentido aseguraba el Papa san Juan Pablo II (Redemptoris Mater; 25 marzo 1987): "La mediación de María está íntimamente unida a su maternidad y posee un carácter específicamente materno que la distingue de las demás criaturas que, de modo diverso y siempre subordinado, participan de la única mediación de Cristo, siendo también la suya una mediación participada.
En efecto, si jamás podrá compararse criatura alguna con el Verbo Encarnado y Redentor, al mismo tiempo -la única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas diversas clases de cooperación, participada de la única fuente; y así -la bondad de Dios se difunde de distintas maneras sobre las criaturas- . Las enseñanzas del Concilio Ecuménico Vaticano II presenta la verdad sobre la mediación de María como una participación de esta única fuente que es la mediación de Cristo mismo...Esta función es, al mismo tiempo, especial y extraordinaria. Brota de su maternidad divina y puede ser comprendida y vivida en la fe, solamente sobre la base de la plena verdad de esta maternidad. Siendo María, en virtud de la elección divina, la Madre del Hijo consubstancial al Padre y compañera singularmente generosa en la obra de la redención, es nuestra madre en orden de la gracia.
Esta función constituye una dimensión real de su presencia en el misterio salvífico de Cristo y de la Iglesia. Desde este punto de vista, es necesario considerar una vez más el acontecimiento fundamental de la economía de la salvación , o sea la encarnación del Verbo en la anunciación.
Es significativo que María, reconociendo en la palabra del mensajero divino la voluntad del Altísimo y sometiéndose a su poder, diga: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra (Lc 1,3). El primer momento de sumisión a la única mediación -entre Dios y los hombres-, la de Jesucristo, es la aceptación de la maternidad por parte de la Virgen de Nazaret. María da su consentimiento a la elección de Dios, para ser la Madre de su Hijo por obra del Espíritu Santo. Puede decirse que este consentimiento suyo para la maternidad es sobre todo fruto de la donación total a Dios en la virginidad"
Demos gracias a Dios por todo esto y por mucho más, con una oración: "Derrama de arriba tu gracia y riega mi corazón ; minístrame aguas de devoción para regar la haz de la tierra, porque produzca fruto bueno y perfecto. Levanta el ánimo cargado del peso de los pecados y ocupa todo mi deseo en las cosas celestiales; porque gustada la suavidad de la felicidad eterna, descontenta todo lo terreno...Úneme a Ti con un nudo de puro amor inseparable; porque Tú sólo bastas al que te ama y sin Ti todas las cosas son desgraciadas"
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