EL MISTERIO DE LOS DESIGNIOS **** ETERNOS DE DIOS
San Pablo al principio de su Carta a los Efesios presenta el plan divino de salvación y lo hace en los siguientes términos (Ef 3, 1-10):
"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,quien nos bendijo en Cristo con toda bendicion espiritual en los cielos/ Por cuanto en él nos eligió antes de la creación del mundo para que fuésemos santos e inmaculados en su presencia, por el amor/ y nos predestinó a la adopción de hijos suyos por Jesucristo según el beneplácito de su voluntad/ para alabanza de la gloria de su gracia con la cual nos agracio en el Amado/ por quien tenemos la redención, gracias a su sangre,el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia/ que derramó sobre nosotros de modo sobreabundante con toda sabiduría y prudencia/ dándonos a conocer el misterio de su voluntad según el benévolo plan que él se propuso/ para realizarlo en la plenitud de los tiempos : Recapitular todas las cosas en Cristo, las de los cielos y las de la tierra"
En su Carta, San Pablo, busca sobre todo resaltar la figura de Cristo ya que en su época, al igual que quisieran algunos, que sucediera en la actualidad, existía el peligro de relegar a un segundo plano el papel de Jesucristo en la obra de la salvación. Pero no, el hombre nuevo solo puede tener un modelo y ese modelo es Cristo .La tarea del hombre nuevo consiste en tratar de alcanzar - el comportamiento de Cristo-, a través de un proceso de crecimiento vivido con todos los creyentes dentro de su Iglesia.
La intención ciertamente del apóstol san Pablo al escribir esta Carta a los creyentes de una ciudad, Éfeso, en la que había fundado, años atrás, una Iglesia floreciente, era la de dar a conocer mejor el gran Misterio de los designios eternos de Dios, esto es, el Misterio de la Redención ,en el que Cristo juega el papel de la -piedra angular-, fundamento de todo edificio espiritual. Por eso, en torno a Él los creyentes deben unirse, porque Él es la Cabeza de su Iglesia (Ef 1, 22-23):
"Todo lo sometió bajo sus pies y lo hizo Cabeza suprema sobre toda Iglesia/ que es su cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todas las cosas"
En efecto, la Iglesia es -plenitud- , o complemento de Cristo, al igual que en el hombre su cuerpo es complemento de la cabeza...Mediante la Iglesia, Cristo obra, sufre... y salva a las almas, sosteniéndola en esperanza y caridad y comunicando le a todos sus miembros la verdad y la gracia.
A pesar de todo, siempre habrá hombres capaces de hacerse preguntas como estas: ¿Por qué no se manifiesta Dios más claramente? ¿Por qué no da pruebas tangibles y accesibles a todos de su existencia? ¿Por qué su misteriosa estrategia parece la de jugar a esconderse de sus criaturas?...Preguntas todas realizadas por un conocido periodista al por entonces Papa Juan Pablo II (Cruzando el umbral de la esperanza; Circulo de Lectores, S.A. 1995).
La respuesta del santo Pontífice es larga y muy interesante de recordar, en los tiempos que corren, en los que la apostasía y las herejías se extienden por el ancho mundo...Esta respuesta nos lleva a su conclusión final en la que se expresa en los términos siguientes:
"Desde una cierta óptica es justo decir que Dios se ha desvelado al hombre incluso demasiado en lo que tiene de divino, en lo que es su vida íntima; se ha desvelado en el propio Misterio. No ha considerado de hecho, que tal desvelamiento lo habría, en cierto modo, oscurecido a los ojos de los hombres, porque el hombre no es capaz de soportar el exceso de Misterio, y no quiere ser así invadido y superado. Sí, el hombre sabe que Dios es Aquel en el que -vivimos- , -nos movemos y existimos- ; pero ¿por qué eso ha tenido que ser confirmado por su Muerte y Resurrección?
Sin embargo san Pablo escribe (1 Co 15, 14): "Si Cristo no ha Resucitado, entonces es vana nuestra predicación y es vana también nuestra fe"
Hace referencia el santo Padre aquí al último capítulo de la primera Carta a los corintios en el que les habla claramente del gran Misterio divino de la Resurrección de Cristo, que conduce a la resurrección de los hombres al final de los tiempos...Muchos cristianos de Corinto influenciados por la tradición griega no podían creer en la resurrección de los hombres al llegar la Parusía. Según esta tradición sólo el alma es inmortal, pero el cuerpo está llamado a corrupción .De ahí que les pareciese increíble que se les hablara de la inmortalidad corporal del hombre. Por eso san Pablo les tuvo que hablar así (1 Co 15, 9- 19):
"Yo, soy el menor de los apóstoles, indigno de llamarme apóstol por haber perseguido a la Iglesia de Dios/ Pero por la gracia de Dios soy lo que soy ,y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí. Al contrario, he trabajado más que todos los demás; bueno, no yo, sino la gracia de Dios conmigo/ En cualquier caso, tanto ellos, como yo, esto es lo que anunciamos y esto es lo que habéis creído (Jesucristo ha Resucitado y también nosotros resucitaremos)/ (...)/ Y si Cristo no ha Resucitado, vuestra fe carece de sentido y seguís aún hundidos en vuestros pecados/ Y por supuesto también habremos de dar por perdidos a los que han muerto en Cristo/ Si nuestra esperanza en Cristo no va más allá de esta vida, somos los más miserables de todos los hombres/ Pero no, Cristo ha resucitado, como anticipo de quienes duermen el sueño de la muerte"
En efecto, Cristo con su Resurrección es primicia de los que mueren. Sin duda, si los muertos no resucitaran ,tendríamos que pensar que el Señor no nos redimió de nuestros pecados...San Pablo demuestra con sus palabras (1 Co 15, 20 ss) que como todos los hombres morimos en Adán (Rom 5, 12) también en Cristo resucitaremos a una vida inmortal. Negar esto ,nos llevaría a perder la esperanza cristiana en la resurrección de los muertos y minaría los fundamentos de nuestra fe. Oremos para que esto no sea así. Sí, porque como nos aseguraba el Papa Benedicto XVI podemos estar seguros que no existe oraciones superfluas y que:
"Ninguna se pierde. Las oraciones encuentran respuesta, aunque a veces misteriosas, porque Dios es Amor y Misericordia infinita...Ante el mal a veces se tiene la sensación de no poder hacer nada, pero precisamente nuestra oración es la respuesta primera y más eficaz que podemos dar y que hace más fuerte nuestro esfuerzo cotidiano por difundir el bien. El poder de Dios hace fecunda nuestra debilidad (Rm 8, 26-27)" (Audiencia General; Miércoles 12 de septiembre de 2012).
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